martes, 19 de mayo de 2009

El voto nulo

“Contra el optimismo no hay vacunas”
Mario Benedetti

Nuestro interés en esta ocasión es contestar a varias preguntas que andan de moda en el ambiente, tales como: ¿De que serviría anular nuestra boleta electoral en lugar de abstenerse de ir a votar en los comicios del próximo 5 de julio? Dicen algunos que de nada porque el diseño de la ley electoral en todos los niveles del país -nacional y estatales- están diseñadas para hacer a un lado los votos nulos y sólo contabilizar para efectos de instalar un poder del Estado -de la Federación o de las entidades federativas - aquellos votos que implican un sentido positivo para los partidos políticos en contienda. Efectivamente, el sistema electoral mexicano, como muchos otros del mundo, está diseñado para renovar representantes de los poderes ejecutivo y legislativo, así sea por unos cuantos votos. Votes o no votes; sin embargo, la ciudadanía se pregunta, entonces, ¿Qué puedo hacer con mi voto? ¿Me abstengo? ¿Voto por las únicas opciones que me propone la partidocracia? ¿Anulo mi voto? ¿Puede mandar mensajes a la partidocracia no obstante que mi voto se anule? ¿Servirían de algo esos mensajes?

En ese mar de cuestionamientos es que ha ido creciendo la tendencia de un buen número de ciudadanos del país acerca de la conveniencia de anular su voto. En lo personal creo en la conveniencia de anularlo mediante el uso de la boleta electoral mandando sendos mensajes al régimen. No es casualidad que a ese respecto estén sumadas voces como las de José A. Crespo, quien en Horizonte político / 15-Abr-2009 / Excélsior escribió el artículo “El “no voto”: ¿esfuerzo inútil?”. En el mismo, afirma que en “el número de abril de la revista Nexos se hace una reflexión plural sobre si conviene votar o no en las actuales circunstancias. Una de esas reflexiones la hace José Woldenberg (Gesto inútil), a quien mucho aprecio y respeto. En lo que hace a la discusión sobre las razones de votar o no votar en estas elecciones o, más aún, como él mismo lo pone, si tiene sentido abstenerse, mi postura es que, a partir del comportamiento de todos los partidos en los últimos años, se puede concluir que no hay diferencia sustancial entre ellos. Y que los ciudadanos que así lo sientan (no sabemos cuántos son) pueden expresar ese rechazo y ejercer una presión sobre los partidos anulando el voto (aunque muchos, al parecer, no quieren ni siquiera concurrir a la urna)

Dicho lo anterior Crespo hace “dos apuntes: a) Es cierto que un abstencionismo total, por definición, provocaría un colapso de la democracia en vigor. Simplemente no podría instalarse la Cámara baja y se crearía una crisis política y constitucional. No es eso lo que se busca (…) El cálculo es que hay un buen número de ciudadanos que sí tienen una preferencia partidista o están dispuestos todavía a votar por el “mal menor” (las encuestas calculan entre 30 y 40 %), por lo cual, aun con una elevada abstención, no habría colapso. b) Me parece menos riesgoso institucionalmente, en lugar de abstenerse, presentarse a la urna y anular el voto, con el fin de reproducir en lo posible lo que en muchas democracias se conoce como “voto en blanco”, para lo cual existe ahí un recuadro específico en la boleta. Se estaría emitiendo un “voto de castigo” a todos los partidos, sin rechazar de plano a todas las instituciones.

Pero la ley electoral, ya lo hemos dicho, es un traje a la medida por lo cual la anulación y abstención totales son casi imposibles con las actuales reglas electorales. Dice Crespo que si “la abstención, junto con el voto nulo, son excepcionales, pero no totales, no habrá colapso, mas los partidos recibirán el mensaje del amplio malestar (en el lenguaje que sólo parecen entender) y, quizá -la cursiva y negrilla es de su servidor-, actúen en consecuencia (haciendo reformas que permitan compartir en medida suficiente su poder con los ciudadanos, reduciendo también sus insultantes privilegios, llamando a cuentas a sus infractores, etcétera). No se trata tampoco de prescindir de los partidos (“que se vayan todos”), sino de mejorar la representación.

En mi opinión, después, de las reflexiones leídas, lo más viable y efectivo, sería utilizar la boleta electoral para mandar sendos mensajes a la partidocracia en el espacio hipotético del “cuadro en blanco” como el de creación de nuevos municipios, nuevos Estados de la Federación, rechazo a cierto pago de impuestos: IETU, Tenencia Vehicular, o ir por la deducibilidad de colegiaturas, el seguro del desempleo, la revocación de mandato, el referéndum, etc. etc., aún y cuando esto signifique para muchos la anulación del voto en términos del artículo 277 del Código electoral vigente -Cofipe-. Todo con la esperanza de que esos mensajes queden registrados y asentados debidamente en las formas aprobadas por el Consejo General del Instituto Federal Electoral para la próxima elección y sobre todo para trascender al abstencionismo inútil. ¿No cree usted?

Tomado de Parlamento Ciudadano
Francisco Velasco Zapata

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