sábado, 6 de junio de 2009

¿De qué se asustan?

¿Por qué se ha desatado una oleada de temor tan grande al voto nulo en México?

Nos dibujan a los promoventes de esta idea como demonios que atentan contra la democracia y que buscan derrumbar las estructuras políticas vigentes en el país.

Sin embargo, no hay más que ver la situación política actual para entender por qué ha surgido, con inusitada fuerza, esta propuesta.

No hay mucho que decir de los partidos contendientes para la elección del 5 de julio para entender, independientemente de cual sea el origen, turbio o claro, el por qué de la propuesta.

La izquierda en México está prácticamente hecha polvo, el PRD se debate en una pelea perruna con Andrés Manuel López Obrador por el control de las candidaturas, mientras PT y Convergencia, partidos remoras de una dudosa izquierda, están en una lucha denodada por mantener su apoyo sólo para ¡salvar su registro!

El PRI como opción tampoco ofrece nada, y el PAN... ¿cómo esperar que sea la esperanza de un electorado ávido de soluciones cuando su estrategia electoral se basa en tratar de destruir la imagen de su principal rival?

Las principales fuerzas políticas de México se han olvidado que más allá de lograr una mayoría en la Cámara de Diputados es fundamental aportar propuestas a una sociedad cuyos intereses no sólo han desdeñado, sino que han marginado para privilegiar, sin miramientos, sus intereses de partido.

El resto de los partidos en pugna, Panal, PVEM y PSD, ni siquiera pintan en el espectro y solos se han hecho a un lado al apostar a propuestas que, a la legua se ve, únicamente buscan mantenerse flotando en el mar de las prerrogativas.

Ante este panorama, por qué se asombran cuando surge la propuesta del voto nulo o voto en blanco?

A pesar de sus discursos incendiarios y de los intentos que, sin duda y al vapor, hará el IFE para tratar de promover el voto por estos partidos, hay un hecho concreto y contundente, el voto en blanco es igual de democrático que cualquier voto a favor de algún partido.

José Saramago, premio Nobel 1998, lo ha dicho claramente: “Si el voto en blanco asusta a los partidos es precisamente por ser democrático. El elector que vota en blanco no puede ser acusado de subversivo, es sencillamente alguien que no está satisfecho con el funcionamiento de la democracia y escoge esa manera de expresarlo”.

Además, es imposible señalar que sea una modalidad inventada en México por un grupo de reaccionarios.

Hace 52 años en Argentina, cuando se le impidió competir a Juan Domingo Perón, la mayoría argentina decidió votar en blanco y para susto de muchos, se impuso.

Recientemente, en España, en las elecciones de 2004 para elegir diputados, votaron en blanco casi 400 mil españoles.

Y hay otros muchos ejemplos de esto, por lo que sobra decir que el voto en blanco es un voto responsable de ciudadanos que por diferentes razones de conciencia no se sienten representados por los partidos.

Francisco Garduño

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