sábado, 4 de julio de 2009

Vota nulo


Jaime Sánchez Susarrey
Reforma

La necesidad de una nueva reforma electoral no está a discusión. Todos los partidos saben que es impostergable. Por eso hay que incidir en la agenda abriendo un gran debate

1. El voto nulo es un instrumento, no un fin en sí mismo. Por eso es perfectamente razonable que un ciudadano decida votar por algún candidato o partido en un proceso local, sea para elegir delegados, Presidentes Municipales, Gobernador o diputados estatales, y nulifique su voto en los comicios federales. No hay en ello contradicción alguna. En cambio, resulta inadmisible que se haya satanizado a los ciudadanos que han emprendido un movimiento cívico, pacífico y responsable para manifestar su inconformidad. El derecho a votar nulo es inherente a cualquier sistema democrático.

2. El medio es el mensaje. El voto nulo es, ante todo, la expresión de un hartazgo y un rechazo. Hay millones de ciudadanos que no se sienten representados y que están hartos de la voracidad y los abusos de los partidos políticos. Por primera vez en la historia ese malestar ha encontrado un canal para manifestarse. La mayoría de los electores, sin embargo, optará por la abstención. Pero el dato relevante es que la abstención y el voto nulo podrían situarse alrededor del 70 por ciento -tal como lo señaló María del Carmen Alanís, presidenta del Tribunal Electoral Federal. Ese gran No es un mensaje que no podrá soslayarse. Entre otras cosas, porque la nueva Cámara de Diputados sería electa por una minoría (23 millones de un padrón de 77 millones de electores).

3. El voto nulo no es anularse. Al contrario, es una manera legítima y efectiva de manifestar la inconformidad y el rechazo. Los efectos del movimiento anulista son tangibles y están a la vista: ocupó el centro del debate y despertó el interés de muchos ciudadanos que estaban hartos de la gazmoñería y las mentiras de las campañas. Provocó el compromiso de los presidentes del PAN, PRI y PRD de promover la reelección consecutiva de senadores, diputados y Presidentes Municipales en la próxima Legislatura. Impulsó el compromiso de Josefina Vázquez Mota y otros legisladores de revisar los artículos que atentan contra la libertad de expresión y el derecho a la información.

4. El voto nulo es una de las llaves que abrirá la puerta para que se discutan abiertamente los temas de la nueva reforma electoral. No hay que olvidar que la contrarreforma del 2007 fue un verdadero albazo. Con el pretexto de no alertar a "los poderes fácticos", los senadores Beltrones, Creel y Navarrete cocinaron la ley a puerta cerrada. La iniciativa se hizo pública el 30 de agosto y fue aprobada el 14 de septiembre. Eso es lo que no debe suceder otra vez. La contrarreforma debe ser derogada y la agenda de los cambios que son indispensables debe discutirse ampliamente. Sólo quienes tienen un temple autoritario se oponen a un debate abierto y plural.

5. Los movimientos anulistas son diversos. Su fuerza no está en la unidad de propósitos, sino en la pluralidad de ofertas. Los puntos acordados por algunos ciudadanos y redes en la Ciudad de México son positivos, pero no agotan la agenda. La encuesta de Grupo Reforma (Enfoque, 28/junio/09) apunta prioridades y convergencias muy interesantes propuestas por los anulistas: 79 por ciento está por la reducción de recursos públicos a los partidos; 68 por ciento está a favor de la reducción de diputados de representación proporcional; 58 por ciento apoya las candidaturas independientes; 67 por ciento se pronuncia por la reelección consecutiva de legisladores. A estos puntos se podrían agregar la figura del referéndum y recuperar la autonomía del IFE, tal como se plantea en la página www.basta10.com. Lo importante, en suma, no es acotar y cerrar una propuesta, sino hacer que florezcan mil flores y se abra un verdadero debate sobre la nueva reforma electoral.

6. Los votos nulos no servirán para hacer una pira y quemar a todos los partidos y los políticos. Pero sí servirán para decirles No y denunciar sus excesos. El objetivo de mediano plazo debe ser acotar el poder de la partidocracia y ampliar los márgenes de la participación ciudadana. En ese camino deben coincidir los ciudadanos que decidieron anular su voto con los que sí votaron, pero comparten la convicción de que las cosas pueden y deben mejorar. Cabrán, también, los políticos que sean más abiertos y responsables. Todos los que entiendan que en el 2007 se cometió una serie de excesos que es necesario corregir y que asuman la exigencia de nuevos cambios. Manuel Gómez Morin advertía que todo iluso termina por ser decepcionado. El voto nulo lejos de ser el camino de la ilusión es la senda de una protesta responsable.

7. La fuerza del voto nulo dependerá de la participación de cada ciudadano. Si el porcentaje es bajo, la potencia del mensaje será poca. Si el número es alto, no habrá forma de cerrar los ojos ni los oídos. El terreno que se ha ganado hasta ahora dependerá de lo que pase mañana. Por eso es muy importante ir a votar. La coyuntura que hoy vivimos no se volverá a repetir. La necesidad de una nueva reforma electoral no está a discusión. Todos los partidos saben que es impostergable. Por eso hay que incidir en la agenda abriendo un gran debate. La oportunidad es única. Dentro de tres años, los comicios presidenciales polarizarán la contienda y será muy difícil que un número importante de ciudadanos opte por nulificar su voto.

Así que es ahora o nunca. Abramos las puertas de la nueva reforma electoral. Dejarla en manos de los políticos sería una grave irresponsabilidad.

Hay que acudir a las urnas y nulificar el voto. No importa cómo. Elige la forma que mejor te parezca: táchalo con una cruz, vota por un ciudadano independiente o ráyalo con una leyenda (¡Basta/10!). Haz como quieras, pero demos mañana el primer paso y hagamos que florezcan mil flores.

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